MURAMBINDA, Zimbabwe, 26 de septiembre de 2006 - Mwaimbodei Chamutsa vive con sus cinco nietos en una desvencijada choza de paredes de barro alumbrada por una vieja lámpara de parafina. Todos los integrantes del grupo familiar duermen juntos, en parte por
necesidad, ya que se trata de una vivienda en un solo ambiente, y en parte para protegerse del frío.Los cinco niños son huérfanos y sus edades oscilan entre los 3 y los 16 años. Su nieta menor requiere cuidados constantes y atención médica, y por ello la Sra. Chamutsa debe llevarla a la clínica más cercana, que se encuentra a 5 km de distancia. Y sus otros nietos necesitan vestimenta, alimento, techo y educación.
En un país donde la esperanza de vida de las mujeres no llega a los 40 años, la Sra. Chamutsa, que ha cumplido 84, constituye una notable excepción. Pero en otros aspectos, su situación es lamentablemente común y frecuente.
Mientras que en el mundo occidental se debate acerca de jubilaciones, pensiones y edades de retiro, todas las jornadas de la Sra. Chamutsa comienzan de la siguiente manera: buscar leña, acarrear agua y preparar las gachas con que se desayunarán sus nietos antes de partir hacia la escuela. Su situación es resultado de la epidemia del VIH/SIDA, que ha impuesto una nueva carga a gran parte de toda una generación de mujeres de edad avanzada en Zimbabwe. Se trata de mujeres que han enterrado a sus hijos e hijas y que han tenido que hacerse cargo de la crianza de una generación de huérfanos que es cada vez más numerosa.

En un país donde la esperanza de vida de las mujeres no llega a los 40 años, la Sra. Chamutsa, que ha cumplido 84, constituye una notable excepción. Pero en otros aspectos, su situación es lamentablemente común y frecuente.
Mientras que en el mundo occidental se debate acerca de jubilaciones, pensiones y edades de retiro, todas las jornadas de la Sra. Chamutsa comienzan de la siguiente manera: buscar leña, acarrear agua y preparar las gachas con que se desayunarán sus nietos antes de partir hacia la escuela. Su situación es resultado de la epidemia del VIH/SIDA, que ha impuesto una nueva carga a gran parte de toda una generación de mujeres de edad avanzada en Zimbabwe. Se trata de mujeres que han enterrado a sus hijos e hijas y que han tenido que hacerse cargo de la crianza de una generación de huérfanos que es cada vez más numerosa.
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